quarta-feira, 8 de janeiro de 2014



                           UN CUERPO EXTRAÑO


Museo Nacional de Artes Decorativas

Exposição Individual
13 de Fevereiro a 12 de Maio de 2013
curadoria: José María Parreño
Madrid - Espanha


Sala 1 - Escena de Costumbres














«(...) El pintor portugués Rui Macedo es un experto realizador de instalaciones metapictóricas que, acertadamente, el comisario de la presente exhibición, José María Parreño, ha relacionado con los antiguos “cabinets d´amateurs” o de aficionados del siglo XVII, en los cuales, de manera enciclopédica y caleidoscópica, se reunía en un solo lienzo una colección de obras de arte propiedad de un personaje ilustre. Macedo, nacido en Évora, - ciudad monumental que posee un bellísimo templo romano y una antigua y prestigiosa Universidad - es un artista culto que es consciente de cómo el arte actual está siempre en deuda con la historia que, como asegura Parreño, “hace moderno el pasado”. De ahí que no sea raro que en esta instalación madrileña, Un cuerpo extraño, en el Museo Nacional  de Artes Decorativas, haga una profunda y entretenida reflexión plástica acerca de lo que en realidad es un Museo, sus diferentes formas y maneras de presentar las obras de arte que se exponen en sus salas, las categorías artísticas y la relación que se establece entre el contenido de las salas y el visitante o espectador amante del arte.
         Nada podía ser más oportuno para Macedo que la elección de un museo en el cual las obras pertenecen a las llamadas artes aplicadas, industriales y suntuarias. El valor artístico de los adornos y los ornatos de las piezas de aparato junto con el valor utilitario de los muebles y los enseres del hogar hacen que un Museo de Artes Decorativas sea como un almacén o un catálogo de entrañable familiaridad e íntima memoria de las distintas formas de vivir, ya lo cotidiano o  ya  lo extraordinario según la fortuna o posición social del espectador. La visita de un museo cuyas salas reproducen la casa de la vida de los humanos es como un viaje a través del espacio y del tiempo de los ámbitos pretéritos de la memoria de cada uno. En el caso del Museo de Artes Decorativas de Madrid, instalado desde 1932 en un inmueble burgués en la calle Montalbán, con un planeamiento de salas, unas de orden ambiental y otras de series tipológicas, la acción llevada a cabo por Macedo ha sido la más apropiada y conveniente para desplegar su sofisticada intervención de calculado impacto y apropiación artística. Cambiando niveles, cerrando puertas, pintando paredes y camuflando lo existente, logra crear nuevos espacios en los cuales, tras una escrupulosa selección de obras de los fondos del museo, las piezas expuestas adquieren un nuevo sentido y una significación diferente a la de meros ejemplares museables.
         La instalación de Rui Macedo ocupa la primera planta de entrada al Museo. De esta forma el visitante es recibido por un conjunto de salas cuyo discurso expositivo le introduce en un mundo que difiere, aunque paralelo, del habitual en un Museo de Artes Decorativas. La sorpresa y el asombro no pueden ser mayores. El pintor, con el hilo invisible de su arte, conduce al visitante a un lugar de ensueño, a un espacio silente de honda meditación, al territorio de la memoria en donde no habita el olvido. Antiguas voliciones y recuerdos asaltan la mente movida por las sensaciones visuales y de orden táctil, aunque no se puede tocar las piezas expuestas, bajo una luz apropiada para resaltar los efectos pictóricos de rebuscado artificio. Y a todo ello hay que añadir el relato narrativo que Rui Macedo ha creado no sólo con la composición plástica sino con los objetos que, dispuestos de manera estratégica, guiños y citas de explícito contenido cultural, hace que el visitante realice un iniciático viaje,  una especie de juego de la oca de carácter artístico. (...)»

Excerto do texto de catálogo El Esplendor de los Símbolos de  Antonio Bonet Correa.



Salas 2 e 3 - Naturaleza-muerta e Retrato









Sala 4 - Interior








Sala 5 - Vanitas








« (...) Un cuerpo extraño ocupa las siete salas de la planta baja, las dedicadas habitualmente a exposiciones temporales. En ellas se han repartido más de cien piezas de la colección del museo, más un total de sesenta y seis pinturas realizadas por el artista. Hay que señalar que las piezas proceden del almacén y no suelen ser expuestas. A su vez, en ese amplio conjunto de pinturas sólo hay un cuadro propiamente dicho. Esta exposición que en muchos casos es lo contrario de lo que parece, donde apenas descubrimos la huella de un pincel, es en cierto sentido un homenaje a la pintura. Triunfo de la pintura porque su ilusionismo es tan eficaz que logra desplazar los objetos reales. Triunfo incluso sobre el cuadro, pues cuanto mejor pintado esté, menos lo vemos. Observando los lienzos (aparentemente) vacíos no nos damos cuenta de que lo pintado es el marco. Y otro tanto cabe decir de contraventanas, espejos o alfombras. Este es uno de los atractivos de la exposición: contemplar el despliegue de algunos de los recursos más sofisticados de un oficio de siglos, puestos al servicio de la cita, la apropiación y el camuflaje. Empleados, por cierto, para pintar lo que sólo en las últimas décadas habría sido reconocido como obra de arte. Porque, en efecto, por más que “Un cuerpo extraño” se componga de una ingente cantidad de objetos materiales y pinturas, su dimensión artística es esencialmente conceptual. Se trata de un comentario lleno de humor acerca de los hábitos de exposición, montaje y contemplación que se dan en un museo. Para ello emplea fundamentalmente tres estrategias: sus propias pinturas, realizadas expresamente para este proyecto y ajustadas, literalmente, al milímetro y al matiz del color. En segundo lugar, la selección de un amplio conjunto de obras de los fondos del MNAD. Y en tercer lugar, la modificación de los espacios de exposición y la alteración de los elementos museográficos. Dos estrategias tan indisociables como lo son las obras y la forma de mostrarlas, tal y como ya he señalado.
Rui Macedo lleva a cabo una museografía al revés, por así decir. Los recursos más elementales de la misma, como son la elección de piezas representativas, su exhibición singularizada y su óptima visualización son burlados uno tras otro en favor de la acumulación, la ocultación y el punto de vista anómalo. Más sutil y más determinante es el hecho de que al suprimirse estos códigos de exhibición, lo que tenía categoría de “obra” se convierte rápidamente en cachivache (y en cierto sentido la exposición como tal desaparece). (...)»

Excerto do texto de catálogo Un cuerpo extraño de  José María Parreño.


Sala 6 - Autorretrato








Sala 7 - Paisaje









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